en las sabanas de la noche ----parte 1----

Jueves 10:22 de la noche, solo… solo revolviendo los hielos en mi whiskey, nunca menos de 18 años, es el mejor, igual con las mujeres, reglas de mi abogado… solo engullendo “Diez”, un libro de Juan Emar, 1 “J’en ai marre”, hasta la coronilla estoy también de esta noche, es una noche aburrida, pero tan bella que no puedo tratarla con tan poco respeto… finalmente decidí salir, decidí buscar la noche, buscar su elegancia, su lujuria, sus deseos mas profundos, (disculpen si me pierden la pista en algún momento, pero la relato mientras sucede). Después de decidir buscar la noche en sus sombras mas oscuras, me puse mi abrigo, mi sombrero fiel sombrero, y fui a recibir la luz de luna… pronto después de tanto caminar oí una voz, era un bar, un bar común y corriente, nada que atrajera mi atención para decidir entrar, pero había algo en esa voz que me llamaba, me hablaba entre líneas… era ella, no pregunten como pero termine dentro del bar, y era ella, nunca mas creí verla después de todos esos años, ya debía tener unos 27, yo ya acarreaba 29, éramos jóvenes aun, pero tanto tiempo había pasado… aun no podía creer que algo sintiera por ella, que algo lograba hacerme recordarla, me senté en un rincón oscuro, aun no quería que descubriera que yo estaba ahí, quería tan solo oírla en ese momento, después vería si me recordaba como yo a ella, cantaba “por una cabeza”, un bello tango sobre todo en sus labios… pedí un vodka, no tenían whiskey de 18 años… oía su tierna voz, su sensual voz que aun parecía la de la niña que partió lejos, sin intenciones de volver, sin un beso de despedida… pensaba eso cuando oigo una canción, una canción inusual para lo que cantaba… no les revelare el nombre de aquella, ese es un secreto que me gustaría quedarme solo para mi, pero cuando levante los ojos de los hielos danzando en mi vaso de vodka, la vi, me había escondido pero sus ojos me miraban mientras en sus labios sonaba la dulce melodía… me miraba, ya lo sabia, era yo, me había visto poco antes de terminar el dulce tango, y les había pedido nuestra canción, me la regalo con su mirada… éramos cómplices, todos nos miraban pero nadie podía entender, nadie podía intuir lo que pasaba entre sus ojos y los míos…